marzo 23, 1999

Es tiempo para la cédula hipotecaria en dólares

En nuestros países, muchos son los que en carne propia han sufrido pérdidas cambiarias derivadas de la inflación. Entre éstos destacan: las empresas que se endeudaron a plazos relativamente cortos (uno a tres años); los bancos que tuvieron que reflejar de inmediato dichas pérdidas en sus balances sin poseer activos compensatorios y, finalmente, los individuos con obligaciones a muy corto plazo, tales como las derivadas de las tarjetas de crédito.
De allí la razón de que, intuitivamente, suframos de una gran aversión a contraer deuda en dólares, lo cual es lamentable. Las siguientes observaciones van dirigidas a demostrar una de las oportunidades que se pierde a causa de tales prejuicios.
Por cuanto hoy existe un debate muy activo sobre los pro y los contras de una dolarización de la economía, comienzo por aclarar que los comentarios, que hago a continuación, no tienen nada que ver con ese tema y se limitan, estrictamente, al análisis de accesar a fuentes de financiamiento denominadas en esa divisa.
Supongamos que existiera un programa de adquisición de vivienda que ofreciese créditos en dólares a 20 años a una tasa del 10%. Una joven pareja profesional, que para enero de 1989 tuviese un ingreso mensual de Bs. 72.000, equivalentes en esa época a 1.930 dólares, podría haber contraído una deuda de 80.000 dólares, bajo la premisa de que no deberían destinar más del 40% de sus ingresos al pago de la vivienda.
El crédito anterior resultaría en una cuota mensual de 770 dólares, equivalentes, en su inicio, a unos Bs. 29.000. Si los ingresos de nuestra pareja hubieren aumentado de manera similar a la inflación, podría afirmarse, de acuerdo a cálculos basados en datos reales sobre la evolución de la inflación y de la tasa cambiaria en Venezuela , que no habrían tenido problema alguno para cumplir con el servicio de su deuda. 
Para febrero de 1999 el saldo del crédito estaría en 58.700 dólares y la cuota mensual, equivalente a Bs. 443.000, representaría sólo un 10% de su salario indexado. Aún para el caso de que el bolívar, que hoy la mayoría considera sobrevaluado, se devaluase en un 50% el pago resultante sólo equivaldría a un 15% de su sueldo indexado.
Lamentablemente para muchos, que no pudieron adquirir su vivienda, esta posibilidad de créditos en dólares no estuvo disponible. Hoy, cuando la necesidad de viviendas, de reactivar la economía y de encontrar en qué invertir los próximos fondos de pensiones es mayor que nunca, estamos en un momento muy propicio para liberarnos de prejuicios y desarrollar una cartera de créditos inmobiliarios en dólares.
Lograr crear un fondo en dólares, con recursos venezolanos y de entes multinacionales, para financiar en esa moneda, a largo plazo y a unas tasas de interés razonables, la adquisición de nuevas viviendas por parte de jóvenes profesionales, debería ser una de las medidas económicas más oportunas para una Venezuela necesitada.
En poco tiempo tal fondo podría acumular una sana cartera de crédito, que le permita, vía la emisión de Cédulas Hipotecarias en dólares, captar directamente sus fondos del mercado. Por cuanto la cartera estaría compuesta por operaciones que respondan a la mayor racionalidad económica, como lo es el financiar viviendas a la juventud, no me sorprendería que, con el transcurrir del tiempo, la captación se haga a tasas bastante competitivas, de la misma manera que PDVSA logra obtener mejores condiciones que la República de Venezuela.
Por supuesto, especialmente en su inicio, habría que otorgar ciertas garantías que permitan estimular el interés del mercado, tales como facilitar su redescuento y garantizarle al deudor, que en el supuesto de un control cambiario, tendría acceso especial a las divisas necesarias para servir las cuotas. De igual manera, resulta importante evitar errores, como el garantizar la recompra a una tasa fija, que significaron la muerte de la tradicional Cédula Hipotecaria venezolana, que tanta vivienda financió.
Si yo tuviera la responsabilidad de decidir en qué invertir los fondos de pensiones, para que en 30 ó 40 años puedan indemnizar, de forma adecuada, a los viejitos del mañana, para evitar que sufran las realidades de los viejitos del hoy, no creo que podría encontrar una opción más válida que la de las Cédulas Hipotecarias denominadas en dólares.
Por supuesto, el programa para garantizar su éxito, habría que iniciarlo una vez que el bolívar haya liberado en algo su ridícula sobrevalorización. Por cuanto tal hecho debería estar a la vuelta de la esquina, podríamos iniciar, desde ya, los preparativos del Fondo.
Para que lo anterior pueda llegar a ser una realidad, obviamente se requiere de la colaboración del Estado Venezolano para lograr la normativa necesaria, pero también, y me atrevo a decir que más aún, que los responsables por el Fondo lo cuiden como el precioso árbol que puede ser y no simplemente, sigan con la tradicional actitud de darle palos como a cualquier piñata.
Economía Hoy 23 de marzo de 1999


marzo 12, 1999

Sobre mangos y bananos

Por varias razones, el debate sobre la economía mundial recientemente me ha recordado la fruta. El sabio Henri Pittier escribió su Manual sobre plantas comunes en Venezuela en 1926. En él escribió lo siguiente sobre el mango:
"Se cosecha en abundancia, y son muchos los que, durante la época en la que están maduras, dedican todo su tiempo a la búsqueda de esta fruta, que durante algún tiempo se convierte en su única fuente de alimentación, muy a menudo en detrimento de su salud. Uno puede vacilar, a continuación, en decidir si la introducción de este árbol [de Asia] ha sido una bendición o una maldición. El autor de estas palabras se inclina a creer que este último ya que el mango conduce al ocio, a la invasión de otro es la propiedad y de la vagancia; además, no importa lo bueno o saludable que sea, cuando se ingiere con moderación, a veces provoca trastornos digestivos y está lejos de ser la comida sana. Altera, entonces, tanto la moral, así como la salud pública. "
Esta cita interesante nos muestra que, además del petróleo, los mangos deben ser clasificados en la lista de culpables que han sido la causa de nuestro pobre desarrollo económico. De cierto, además del mango y del petróleo, también hay que añadir a esta lista el sol, las playas y todas aquellas variables que, sin duda, hacen que sea más fácil para sobrevivir una recesión económica en Caracas tropical que en un Moscú invernal.
Puesto que parece evidente que la simplicidad de la vida en los trópicos conduce a la pereza, mientras las penurias del invierno promueve la disciplina y la ética del trabajo que han inspirado en última instancia, el desarrollo económico global de hoy, nos corresponde para ver el calentamiento global con renovada preocupación y de una forma totalmente nueva ángulo.
He hecho mis propias observaciones empíricas acerca de la evolución del calentamiento global. Cada fin de semana de Carnaval, por ejemplo, me paseo mi playa en Margarita, la isla venezolana tropical en el mar Caribe, y tomo nota de la anchura de la costa desde la línea de agua a la calzada. Incluso cuando tuve terribles dificultades para encontrar un lugar en el que anclar sombrilla de playa, nunca preocupe realmente por eso. Simplemente me atribuí esta dificultad a la creciente popularidad de la isla y no a una invasión de los océanos.
Hoy, sin embargo, albergo serias dudas sobre la validez de mi método de medición puesto que desde dondequiera que miro me parece poder ser una evidencia nueva y concreta de un avanzado estado de calentamiento global.
¿Cómo si no, que no sea asumiendo un cierto desplazamiento hacia el norte del paralelo de las repúblicas bananeras, podemos explicar los actuales enormes déficits fiscales y comerciales que actualmente se desarrollan en los Estados Unidos.¿Cómo si no, que no sea asumiendo un cierto desplazamiento hacia el norte del límite geográfico de las repúblicas bananeras, podemos explicar las posiciones opuestas recientemente sufridas por superpotencias como Europa y los Estados Unidos sobre la cuestión de los plátanos, como si fueran alguna moderna versiones de Lilliput.
¿Cómo si no, otros que al asumir la creación de las condiciones climáticas propicias para el cultivo de mangos, podemos entender por qué Japón no ha sido capaz de combatir la ociosidad y estimular la reactivación de su economía? Todos hemos leído que el Japón ha reducido las tasas de interés a un ritmo anual del uno por mil. ¿Te imaginas lo impresionó como un botánico Henri Pittier sería al observar este ejemplar único de un mango?

marzo 09, 1999

Mi Presidente, vamos a lo básico

Para su información, de cada 100 dólares, que en Europa y en otros países paga el consumidor por la gasolina, al fisco le tocan 85, al distribuidor 5 y al que extrae y refina el petróleo, sólo le corresponden menos de 10 dólares. Si estimamos que 5 de los 85 dólares cobrados por el fisco, corresponden al IVA u otros impuestos normales, llegamos a la conclusión de que, en esencia, a la gasolina le están aplicando un arancel comercial del 800%. 
Aún cuando pueda ser irrelevante, lo anterior sencillamente no es justo, menos cuando la relación sólo tiende a empeorar, al aprovecharse cualquier baja en los precios para subir los impuestos, sin que los consumidores lo noten. 
Hoy, debido a la globalización, observamos cómo los países defienden cada vez más sus intereses comerciales. Estados Unidos está amenazando a Europa con aranceles del 100% para quesos y textiles, como consecuencia de una disputa comercial sobre cambures, un producto que ninguno de los dos produce. 
Hay entonces algo equivocado, cuando un país como el nuestro, que transita por una profunda crisis económica, no protesta hechos que obviamente lo afectan. El limitarse a cumplir con un "Manual de Buenas Costumbres Económicas" que "desinteresadamente" se nos sugiere adoptar, para así lograr acceso a créditos al 18%, no resolverá la urgencia 
Ya oigo los gritos: "¡Cuidado! Kurowski es otro de aquéllos que creen que la prosperidad económica de Venezuela, sólo depende de factores externos, sólo depende del petróleo." Esto es falso y para quien lo dude, coloco años de artículos que indican lo contrario. Sostengo que entre los muchos aspectos internos, que hay que rectificar, se encuentra justamente aquél que garantice una cohesión nacional alrededor de sus intereses vitales.
El impuesto a la gasolina se aplica por ser una vía expedita para generar ingresos fiscales, que les permite, además, el escudarse tras el moralismo ambiental de ayudar al mundo a conservar energía y a evitar el recalentamiento de la tierra. Ello acarrea unos términos de intercambio altamente desiguales. En Venezuela aplicamos aranceles módicos, por ejemplo, el 26% a la champaña, mientras que Europa y otros aplican el 800% a un producto que, en esencia, representa toda nuestra oferta de exportación. 
Nuevamente oigo gritos: "¡Cuidado! Kurowski es otro de aquéllos que creen que debemos acudir al proteccionismo". ¡Falso! Sólo sostengo que una política comercial debe tener como horizonte el interés del país y exigir razonables contrapartidas, no sólo en divisas, sino además en generación de empleo. Como un quid pro quo aceptable, estaría dispuesto a considerar la total eliminación de los aranceles, 0% para la champaña a cambio de 0% para el Petróleo. 
El hambre es una violación a los derechos humanos y en mi país, gracias principalmente al populismo, hay gente inocente sufriendo hambre. No obstante, en la batalla en contra del populismo interno, con frecuencia se ha caído en la trampa de aceptar inocentemente la prédica del populismo económico externo, a veces, hasta aumentando el hambre. Es hora de que Venezuela aprenda a pelear por sus intereses.
Cada barril de petróleo que extraemos es irremplazable, por lo tanto Venezuela está vendiendo sus activos y no un simple producto comercial. De la misma forma en que estamos obligados a dar un mejor uso a los ingresos, hasta hoy vergonzosamente dilapidados, es nuestra responsabilidad la de tratar de obtener el mejor precio posible por el petróleo. De no lograrlo, es preferible dejarlo en el subsuelo. 
En tal sentido sugiero, para comenzar, convencer a la OPEP y a otros productores de petróleo, sobre la necesidad de imponer aranceles del 800% a todos los productos originados en países que apliquen excesivos impuestos a la gasolina, ofreciendo reducirlos en la misma proporción en que ellos reduzcan los suyos. La baja resultante en los precios para el consumidor, avivaría la demanda mundial, fortaleciendo de inmediato los precios del petróleo.
Aún cuando opino que nunca se ha debatido con suficiente determinación, lo que expongo, no es nada nuevo. Siempre se ha rechazado la eliminación del impuesto a la gasolina, esgrimiendo todo tipo de argumentos rebuscados. Entre éstos, el que define al petróleo como un producto de demanda no elástica, no se consume más por bajar el precio y lo cual, al contrastarse con el argumento ambiental de subir los precios para que se consuma menos, resulta francamente contradictorio. Igualmente, cuando alegan una similitud entre el impuesto a la gasolina y el impuesto al tabaco, ignoran el hecho de que el productor de tabaco, a diferencia del productor de petróleo, tiene la alternativa de otro cultivo.
Al no haber argumento, que pueda rebatir el hecho de que sería mejor para nosotros lograr revertir la situación y recibir 90 dólares de cada 100 pagados por el consumidor, es obvio que la pelea se sitúa de lleno en el campo político. En tal sentido, por lo menos, tenemos una cierta ventaja en el hecho de que en Estados Unidos no existen los mencionados impuestos, al menos, no en esta ridícula magnitud. De pronto encontramos hasta aliados inesperados entre los mismos consumidores.
Mi Presidente, le ruego asegurar que el asunto se debata con sentido de Patria en la próxima reunión de la OPEP. Mientras tanto, nosotros trataremos de analizar las posibilidades existentes para impugnar, por discriminatoria ante la OMC, los impuestos a la gasolina. 
Economía Hoy 9 de Marzo de 1999