febrero 25, 2002

Dejá vu

Al día siguiente de la devaluación del viernes negro de Febrero de 1983, pensando que ya nos sería imposible viajar al exterior por lo costoso y que necesitaríamos una distracción local, mi esposa y yo nos compramos... unos patines. Los míos los usé una sola vez en el Parque del Este, a un costo horrible por metro patinado, debiendo cifrar mi esperanza de recuperar algo del hedge cambiario en conseguir un fanático coleccionista de patines, interesado en un modelo passé...¡2x2! 
Este Febrero de 2002, cuando nuevamente salimos de compras para salvar mi poder adquisitivo, abrí la maleta del carro y les juro... ahí estaban los patines recordándome a gritos no comprar nada que no hubiese comprado antes de la devaluación. También les recomiendo no comprar lo que no vayan a consumir pronto, pues hace poco tuve que preparar una sangría con un Chateauneuf du Pape 1977, también passé. 
De 1983 tengo un difuso recuerdo de que por ser el año bicentenario del nacimiento de Bolívar, nadie quería devaluarlo, por lo que se pospuso hasta más no poder. Muchos se preguntarán ¿cómo rayos caímos de nuevo en la trampa de requerir un macro ajuste cambiario, cuando todos sabemos que resulta menos traumático hacer ajustes pequeños y continuos? Desde 1997 he escrito más de 20 artículos donde rogaba, hasta de rodillas, que no se permitiera acumular una sobrevaluación importante, por lo que yo no fui 
Si bien nuestros seudo gobiernos son los responsables directos, los autores intelectuales del crimen fueron aquellos teleconomistas, que desde años predican una moneda fuerte, sosteniendo que la pérdida de la competitividad nacional y el cierre de empresas es un sacrificio que merecen los dioses de la economía. El desdén con que se referían a devaluacionistas y proteccionistas provocó que políticos y empresarios, para no quedar mal, se fueran por la alternativa, socialmente más aceptable, de bajar la santamaría e importar. 
Hace poco, uno de esos culpables, el que se promociona como el gran gurú de la ética, habló despectivamente de las cooperativas y hoy entiendo el porqué. El 15 de Febrero los trabajadores de Alucasa, la gran planta de foil de aluminio en Guacara, formaron su cooperativa y el entusiasmo que observé en ellos me hace creer que entre estos nuevos empresarios pueda renacer la voluntad por defender el empleo y la producción nacional, digan lo que digan los expertos.
El Universal el 25 de Febrero de 2002