octubre 17, 2002

Un control de cambio libre

Una apertura comercial mal negociada, la desaparición de las fuentes de créditos a largo plazo, el aumento en la volatilidad de las tasas de interés y, ante nada, la generación de una estúpida sobre-valuación cambiaria, hizo que Venezuela terminara siendo un estacionamiento asfaltado, donde cualquier lluvia de dólares corría inmediatamente al torrente de importaciones o como fuga de capital, sin siquiera humedecer la tierra.
Obviamente que el imponer un control de cambio, en tales circunstancias, sólo equivaldría a construir una represa, que con la acumulación de aguas estaría predestinada a reventar con incluso peores consecuencias. Más importante es arar la tierra, para que ésta pueda nuevamente absorber la humedad. El arado se ha comenzado con la (¿excesiva?) corrección de la paridad cambiaria, el (¿temeroso?) análisis de salvaguardas comerciales y con rascarse la cabeza para ver qué hacer en materia financiera.
No obstante, aún cuando desaparezcan las razones económicas, que pudiesen inducir a pensar en un control de cambio, una economía pequeña, como la de Venezuela, simplemente no podría manejar los desórdenes monetarios, que se derivan de los grandes y volátiles movimientos de los capitales globalizados. La magnitud y los daños que estos flujos producen, tanto “a la entrada” como a la “salida”, son cada día peores en la medida en que los especuladores aprendan técnicas más sofisticadas para aprovecharse de un mercado, que frecuentemente azuzado por esos mismos agentes, se bambolea entre el exceso de confianza y el pánico. 
En tal sentido, estoy convencido de que nuestro país, por lo menos durante los últimos 25 años, ha necesitado de un control de cambio, no por razones económicas, sino por razones financieras.
Ahora bien, hay distintos tipos de control de cambio y, en especial, distintas maneras de cómo venderlo. Un pago que se exige para salir, hace pensar en una cárcel, crea aglomeraciones y pánicos, mientras que, ese mismo pago, para permitir la entrada en la misma puerta y para controlar los mismos flujos, hace pensar en “un club exclusivo”.
Por todo lo anterior propongo estudiar la posibilidad de aplicar un control de cambio a la entrada de divisas, algo similar al que hasta hace poco estuvo vigente en Chile, que buscaría evitar que la marea de divisas se devuelva inundando nuevamente nuestros mercados, al acabarse de una manera u otra nuestra actual diatriba política.

 

Publicado en TalCual


octubre 14, 2002

Un éxito de todos… ¡ya!

CUAL cuero seco, que al pisar una esquina, se levanta la otra, los politicómicos de nuestro país pisaron durante unos seis años la tasa cambiaria, controlando la inflación, pero levantando, como era de esperarse, la esquina de las tasas de interés con sus expectativas de devaluación y, peor aún, la esquina del desempleo, por la falta de competitividad.
La situación se tornó insostenible y hubo que bajarse de la esquina cambiaria para pisar la del desempleo, pero por haberse acumulado tanta tensión, al soltar la tasa de cambio, se devaluó mucho más allá de lo teóricamente necesario, por lo que hoy sentimos fuertes presiones inflacionarias, ciertamente dolorosas, pero que no nos deberían preocupar demasiado, por cuanto se derivan más de los ajustes de costos, que del exceso de demanda.
Ante tales circunstancias y como todavía no hemos logrado disminuir el desempleo, les confieso que asuntos como la utilización por el Fisco de las utilidades cambiarias del BCV, no me quitan el sueño y, menos aún, cuando esas utilidades son más reales que aquellas con las que muchas empresas pagan sus dividendos. Por cierto, además de la inflación, existe otra amenaza aún peor, que ronda por el mundo, la deflación, que en términos reales llevamos tiempo sufriendo en Venezuela.
Cuando en un avión nos instruyen sobre el uso del oxígeno en casos de emergencia, siempre insisten en que debemos colocarnos nuestra propia máscara, antes de ponérsela a los niños. Eso no es por falta de amor, sino para poder ayudar. Digo esto por cuanto observo, que tanto los extremistas del oficialismo, como los de la oposición, a cuenta de su fanatismo, no se ponen las respectivas máscaras, así se vaya el país por el despeñadero con todo y niños. En la certeza de que nuestras diferencias políticas se resolverían mejor discutiendo sobre las bases de una economía sólida, le sugiero a todos buscar un éxito concreto YA.
Búrlense si quieren, pero les aseguro que con nuestro bajo nivel real de deuda externa y la inmensa incertidumbre que reina en el mundo, con muy pocas cosas y algo menos de gritadera, nuestra deuda podría aspirar a una calificación de riesgo de 'categoría inversión'. De lograrlo, saldríamos de esa trampa con la que sólo deleitamos a los mercados, ya que el carácter 'especulativo' nos obliga a refinanciar al plazo y al costo de una tarjeta de crédito. Con lo que nos ahorraríamos, pisaríamos muchas esquinas del cuero a la vez.

octubre 10, 2002

Ni una ingeniería financiera más

En Junio de 2000, cuando la AES estaba comprando a la Electricidad de Caracas (EdC), escribí un artículo titulado “La EdC que yo quiero”, donde decía; “De mi distribuidora eléctrica local, lo que me interesa ver son unos buenos ingenieros con coloridos cascos, acompañados por contadores competentes con unas calculadoras sencillas, que sólo sirvan para sumar y restar. Observar la presencia de abogados, financistas, corredores, publicistas y demás profesionales poco relacionados con llevarme la luz a casa, francamente no me gusta”.
Dicho y hecho. Hoy, a poco mas de dos años, la EdC ya tiene dificultades para hacer las inversiones necesarias. Sus nuevos accionistas extranjeros ordeñaron las cuentas patrimoniales de la empresa por 900 millones de dólares, cuando probablemente cualquier propietario nacional, mucho menos versado en ingeniería financiera, seguro hubiera destinado gran parte de tales recursos a reducir la inmensa deuda externa, que actualmente pesa sobre la empresa.
Igualito pienso con respecto a las finanzas públicas. Ante el enredo total que presenta la deuda pública de Venezuela, en mucho heredada, existe presión para que se profesionalice su manejo, pero, si ya nos resulta difícil evaluar lo que está pasando, imagínense como será cuando vengan tan refinados “artistas” ejecutando “puts”, “calls” etc. y etc. 
¡No! En lo que respecta al pasivo público de Venezuela, si no puedo tener acceso a un administrador de haciendas, como Juan Vicente Gómez, que simplemente la cancele y se olvide de esa tontería, mil veces prefiero una pulpería.
Supongamos que a los gobernantes de Venezuela sólo les estuviese permitido emitir deuda hasta por un porcentaje fijo del PNB y que además ésta tuviese que ser contratada exclusivamente a través de la emisión de bonos a 15 años, con 15 amortizaciones anuales iguales y consecutivas. 
Semejante medida acabaría con la perniciosa tendencia de financiarnos tipo “costosa tarjeta de crédito”, que por empujar la arruga nos han llevado a la actual situación, donde si bien como país no debemos mucho, sin embargo por la gran acumulación de vencimientos en el corto plazo, los mercados nos exigen y pueden cobrarnos un ojo de la cara. Un perfil de amortización plano, con nuestro modesto nivel de deuda, de seguro nos haría acreedor de una calificación de riesgo crediticio infinitamente mejor que la actual.
Además, la utilización de un solo tipo de instrumento, le daría una profundidad y liquidez maravillosa al mercado de deuda de Venezuela. En cuanto a la demanda por diversos plazos de colocación, ésta podría ser atendida por el propio mercado, con sus mecanismos que le asignan distintos vencimientos a los distintos tenedores.
Por último, lo mejor, LA TRANSPARENCIA. El país siempre sabría a ciencia cierta cuál es el costo real de cualquier proyecto del Estado, sin tener que recurrir a la calculadora financiera o a expertos, quienes siempre representan un alto costo directo, así como un altísimo costo indirecto, por todas las vainas que inventan.


 

octubre 02, 2002

Trancando y destrancando

El Tamarindo, en Playa Guacuco, Isla de Margarita, es un hotel que está ubicado en unos de los sitios mas privilegiados del mundo por lo que, con una buena dosis de cariño, dedicación y capacidad por parte de un buen operador, así como una colaboración razonable de las autoridades, debería estar hasta el tequeteque con turistas satisfechos y deseosos por regresar. Pero, qué va, … cerrado y abandonado a las inclemencias de nuestras realidades tropicales, poco a poco irá desapareciendo hasta terminar en otro resto, que algún día le evidenciara a un antropólogo, la increíble desidia de nuestra sociedad.
Qué fácil sería definir una concesión para el Tamarindo, por treinta años y sujeto a muy pocas normas, como por ejemplo cuidarlo y a partir del tercer año cancelarle al Estado un monto x por noche ocupada… y entregarlo de manera gratuita a quien haya sido seleccionado, por sorteo, entre los grupos deseosos y calificados. Pero NO, por cuanto nuestra sociedad requiere que, para entregarle algo a alguien, hay que pagar algo hoy… el futuro queda trancado.
Cadafe, es una empresa eléctrica que durante décadas cumplió fabulosamente con la misión de electrificar a Venezuela pero que, por no saber reorganizarse a tiempo, hoy es una organización con el corazón y las arterias tan calcificadas, que regresando por sus mismos pasos, está des-electrificando al país.
Qué fácil sería crear alrededor de su sistema distributivo unas 20 concesiones y entregarles estas, gratuitamente, a cooperativas, empresas privadas, empresas municipales o cualquier otra forma de asociación, que esté dispuesta aceptar las normas de la concesión desarrolladas sobre la base de reconocer el interés público del servicio eléctrico. Pero NO, por cuanto nuestra sociedad no puede convivir con la idea de soltar algo que pueda significar una pérdida de poder… el futuro queda trancado.
Contrario a lo que uno pudiese creer, de oír a quienes predican sobre lo indispensable que es para el desarrollo proteger la propiedad intelectual con patentes, el Internet, uno de los avances más significativos de nuestra época, logro su desarrollo solo gracias a la absoluta libertad y gratuidad de acceso a toda sus fuentes de programas.
Qué difícil será, evitar que las oportunidades de negocios, infrinjan y recorten sobre la libertad de la red, como de hecho ya está ocurriendo. No obstante y sin ser un experto en la materia, tengo la impresión que la reciente decisión del Ministerio de Planificación y Desarrollo, de asegurar que toda la información pública así como todo el desarrollo informático oficial de Venezuela, esté, de manera preferencial, basada en un software libre, puede ayudar a destrancar el futuro de un país joven.
Publicado en TalCual