enero 26, 2006

Desacreditando lo bueno

Los demagogos, aquellos que ofrecen soluciones fáciles e inmediatas a todo, se dividen en: vagabundos, los que usan la demagogia para adelantar sus propios fines, y los ilusos, los que creen excesivamente en el poder de las recetas mágicas que anuncian. En ocasiones, cuando están presentes unas circunstancias psicológicas algo especiales, un mismo demagogo puede pertenecer a ambos grupos. 
Una de las más tristes consecuencias de la demagogia es cómo ella termina por desacreditar de manera injusta las ideas que ella misma adelanta, al permitir que sus ejecutorias sean efectuadas, o por los vagabundos que buscan otros resultados, o por los ilusos que están convencidos que las ideas son tan poderosas, que compensan cualquier falla en su implementación. Tanto el cooperativismo como las privatizaciones de los servicios públicos, son dos ejemplos de buenas alternativas, que en nuestro país están sufriendo o han sufrido del abrazo de la demagogia. 
El cooperativismo es una de las formas socialmente más avanzadas de organizar los esfuerzos productivos y puede producir resultados extraordinarios, pero sólo cuando se encuentran presentes una larga serie de condiciones, que cuando no existen de manera natural son muy difíciles o casi imposibles de recrear. Hoy, en lugar de promover un movimiento cooperativista, lo que tenemos es más bien “el negocio del cooperativismo”, con lo que estamos haciéndole un daño profundo al cooperativismo auténtico.
Las privatizaciones, vía una cooperativa o vía una empresa tradicional, son una excelente manera de solventar y mejorar la prestación de servicios públicos, siempre que se haga bien. Por ejemplo, en el caso de la privatización del servicio eléctrico de Margarita, si el gobierno central en Caracas no le hubiese cobrado al inversionista los 63 millones de dólares, que tuvo que pagar por el 70% de los derechos de distribuir luz en la isla (en esencia una apropiación indebida), por supuesto que se pudiesen haber hecho muchas otras inversiones o los consumidores hubieran tenido que pagar tarifas mucho menores. Tal como se hizo, la privatización está siendo desacreditada y ya observamos una pelea incipiente entre la isla y los inversionistas de SENECA, mientras que los demagogos del entonces, hace tiempo se fueron.
Roguemos por que en nuestra Venezuela del futuro haya lugar para aprovechar lo bueno que ofrecen tanto las privatizaciones bien hechas, como las cooperativas bien nacidas.