noviembre 25, 2010

¡Ríndannos cuenta comunistas!

La sociedad civil son aquellos ciudadanos que como civiles activamente buscan influenciar en el futuro de su país o del mundo. Su contraparte, los que ocupan cargos políticos y burocráticos en gobiernos, representaría la “sociedad no-civil”. 
“La sociedad no-civil: 1989 y la implosión del establecimiento comunista” es el título de un extraordinario libro de Stephen Kotkin, 2009, que analiza la caída del comunismo en 1989 en varios países de la Europa Oriental; y que concluye en que si bien la sociedad civil organizada en algunos países como Polonia tuvieron cierta influencia, el comunismo, esencialmente se derrumbo por causa de una sociedad no-civil ineficiente y desmoralizada. 
El libro sería lectura obligada para el cacique y sus caciquillos y sus ayudantes, si quisieran permanecer en el poder, pero no lo leerán, por cuanto forma parte de una realidad comunista no leer tales libros, menos entenderlos y mucho menos poder hacer algo al respecto. 
“Lejos de ser coherentes, y menos aun actuando con conciencia de clases, el establecimiento comunista frecuentemente era incoherente, dividido por peleas de poder e híper-secretes. La toma de decisiones era una caja negra aun para los más poderosos.” 
“La paradoja del la sociedad no civil es que sus miembros tenían autoridad ilimitada y dominio de todos los recursos de la nación, y aun así estaban paralizados. El establecimiento que pudo crear un colectivo de todo el campesinado y nacionalizar (estatizar) toda una nación, subsecuentemente eran completamente incapaces de tomar las menores medidas correctivas cuando algo no salía de acuerdo al plan.” 
“¿Puede una élite osificada y conservadora, (tal como hoy ya lo es la boli-burguesía) absorber ideas que le resultan extrañas?” preguntaba el intelectual Húngaro Gyorgi Konrad en 1984, asomando que “el comunismo se quiebra antes de doblarse”. Yo, como leo el libro y parafraseando algo unas de sus frases, lo resumiría en que el comunismo expropia y hace añicos del idealismo y las capacidades que necesita para sobrevivir. 
El mensaje aleccionador pero inquietante y hasta algo deprimente que el libro de Kotkin le da a la sociedad civil es que, ante una sociedad muy no-civil, su protesta puede resultar irrelevante. Creo que Kotkin exagera algo en sus argumentos buscando acabar con el mito exagerado de la sociedad civil como mata-comunismo. No obstante, la lectura del libro, nos obliga pensar sobre la inmensa diferencia que existe entre una sociedad civil que pueda servirle de válvula de escape al comunismo y una sociedad civil que no impide que el balón del comunismo fracasado se infle hasta que explote. 
En tal sentido, quienes quieren acabar con el comunismo, así sea nuestra versión algo tropical, deben concentrarse en simplemente repetir las concretas e innumerables fallas del gobierno, provocadas antes que nada por la incapacidad del cacique y de su sociedad no-civil, incapacidades que le resultan propias al comunismo; y no perder tiempo discutiendo un comunismo qué por fracasado hasta ha perdido el derecho de ser discutido. En eso, que pierdan su tiempo los comunistas. 
Qué comunismo ni qué ocho cuartos. ¿Dónde está ese extraordinario queso que los cientos de millardos de dólares recibidos por el gobierno, a cuenta de nuestras resultas petroleras, debería habernos dejado sobre la tostada? ¡Ríndannos cuenta comunistas!

noviembre 11, 2010

¡Sitiados, a sitiar a los sitiadores!

"La humanidad se encuentra en una encrucijada. Una vía lleva a la desesperación y la absoluta falta de esperanza. La otra, a su total extinción. Oremos por la sabiduría de saber elegir correctamente". 
Lo anterior es el inicio de un discurso dado en 1979 a unos graduandos por el cineasta estadounidense Woody Allen. Lamentablemente lo dicho en el discurso se siente demasiado aplicable a la realidad de nuestro país donde el Gobierno, ubicado sobre el borde del abismo, insiste en querer dar pasos adelante. 
Todos conocemos que Venezuela se encuentra en una situación totalmente insostenible, agravada por el hecho de que no sea fácil ver de dónde sostenernos. Llegado el momento en enero de instaurarse la nueva Asamblea, todos los diputados electos se enfrentarán con la responsabilidad de no caer en la trampa de jugar a la normalidad sin asegurar la existencia de la normalidad requerida. 
Vuelvo a insistir. Si un Diputado en enero levantase la mano, así sea para pedir un café, sin haber logrado asegurar, siquiera el derecho a pedir café, un derecho que por los vientos que soplan no parece que lo tuviere, en ese momento habrá comenzado irrevocablemente a traicionar su misión, y traición no se paga con amor. 
Vuelvo a insistir. Oír a diputados electos hablar sobre legislar cuando la legislación toda, Constitución incluida, es tan violada, asusta y entristece. Diputados, les ruego, hagan lo que hagan, no legitimen lo que no es legítimo. 
Vuelvo a insistir. La única manera de lograr una puerta de entrada a un futuro mejor y no conformarse con buscar sólo una puerta de salida de emergencia, es comenzar conversar sobre la posibilidad de traspasar las resultas petroleras a los ciudadanos, parcial o totalmente, directa o indirectamente vía un fondo totalmente aislado de todas las consideraciones políticas de corto plazo. 
Basta una ojeada a la Constitución para de inmediato percatarse que el gobierno de-facto ha suspendido muchas de las garantías constitucionales, y por lo cual, de hecho, le ha impuesto al país un estado de sitio ilegítimo. Responder a ese ilegítimo estado de sitio, debe sin duda ser la primera responsabilidad de todo asambleísta elegido según el artículo 201 de la Constitución, para ser "representantes del pueblo y de los estados en su conjunto, no sujetos o sujetas a mandatos ni instrucciones, sino sólo a su conciencia". 
Por cuanto una riesgosa desobediencia civil organizada, a veces termina siendo la única posibilidad para los pasajeros de lograr parar a uno de esos choferes desenfrenados que en uno de esos tantos autobuses con frenos dudosos atentan contra la vida de venezolanos, hay que planificar unas acciones… y los parlamentarios deben, por supuesto, dar el ejemplo planificando las suyas. 
Para comenzar, ante las tantas declaraciones relativas a que sus opiniones serán ignoradas, sugiero que ni uno solo de los nuevos parlamentarios acepte acudir a la apertura del Congreso en enero del 2011, si no se le permite dirigirse ahí en la compañía de todos quienes votaron por él; y quienes tienen todo el derecho constitucional de expresar públicamente, tanto su apoyo como su firme voluntad de someter al diputado electo a una estricta rendición de cuentas. 
Vamos diputados… ¡A sitiar a los sitiadores! ¡Muéstrennos el camino!