enero 27, 2011

Las medicinas y sus monopolios

Hace poco el cantante español Alejandro Sanz, vía Twitter, comparó el derecho de los menores con sida en el continente africano a acceder a medicamentos, con los derechos de autor de los creadores. Aseguraba Sanz que ambos derechos son legítimos y deben ser protegidos.
Lo anterior se origina en la confusión que produce el conflicto que existe entre los derechos de propiedad sobre las medicinas desarrolladas, y los derechos humanos de quienes necesiten de tales medicinas a precios que les resulten accesibles. Aprovecho para hacer unas breves y sueltas reflexiones sobre este muy enredado tema.
Y digo "muy enredado" por cuanto forma parte de los tantos problemas de la humanidad que carecen de soluciones perfectas. Con la toma de riesgos puede que no haya presente, pero, sin la toma de riesgos, igual puede que no haya futuro. Nuestra responsabilidad, como sociedad, es la de navegar lo más razonablemente que podamos unas aguas bastantes turbulentas, y jamás darnos por satisfechos con soluciones dizque perfectas y finales.
Otorgar patentes a las medicinas permite asegurarle a quienes las desarrollan el no tener que competir con quienes sólo incurrirían en los costos de su copiado, y quienes por eso podrían venderlos a precios mucho más bajos. Eso atrae las inversiones. No obstante, también significan empoderar al dueño de la patente con un monopolio, que puede ser abusado cobrando precios desorbitantes por la medicina. Eso sin duda afecta a muchos necesitados. Y hasta el propio abuso también puede ser un bien, a cuenta de que las ganancias abusivas para las medicinas exitosas, pueden atraer aún más los capitales al riesgoso desarrollo de medicinas. Eso ayuda generar curas para lo hoy incurable.
Los reguladores, a cuenta de que las patentes permiten recuperar costos, pueden caer en la tentación de exagerar los requisitos de control y seguridad. Lo anterior podría hasta convertirse en una barrera al desarrollo de las medicinas, o significar que mucho de lo ganado por la vía de su desarrollo, se pierda por la vía del desperdicio. De ahí la importancia de que las autoridades justifiquen con detallados análisis de costo-beneficio cada regulación que deseen imponer.
Asimismo se debe vigilar que la burocracia y el costo del proceso de obtener una patente no resulten tan complicados y onerosos que obligue a inventores a trabajar en grandes corporaciones, pudiendo así afectar las ganas de inventar de algunos inventores individuales.
¿Será correcto que un empresario que compite desnudo en un mercado competitivo, esté sujeto a la misma tasa de impuestos sobre la renta que el propietario de una patente quien obtiene su ganancia más fácil a cuenta del monopolio que le fue otorgado por el Estado; y en cuya defensa el Estado invierte recursos? ¿No deberían las ganancias producto de la explotación de monopolios ser gravadas con una tasa mayor a las que se aplican a las demás actividades? ¿Podríamos destinar parte de esos impuestos adicionales a abaratar las medicinas para quienes no tienen cómo pagar sus precios de monopolio? ¿No sería la alternativa de limitar las utilidades, por ejemplo mediante controles de precio, algo peor?
Lo que sé es que este es uno de esos temas donde estamos obligados a evitar la arrogancia de creernos poseedores de toda la verdad, y en su lugar continuamente hacer las preguntas que obliguen a pensar.